Flaco, ¡qué
quilombo me hiciste en la cabeza!
Metiste
una azafata en un tren fantasma, y hasta el día de hoy sigo sin entender la
razón. ¿Qué es el jugo de lúcuma? Ah, sí, lo busqué en el diccionario, me obligaste a hacer eso, es una fruta tropical originaria del Perú. Así y todo ¿cómo
se te ocurrió?
Flaco me
diste patadas surrealistas en el centro del hipotálamo. Y me enseñaste que hay
libros de la buena memoria y de los otros, de los que mejor no acordarse. Nos
hablaste de gabinetes espaciales, de un arlequín llamado Fermín,
de la tristeza del hospicio, de tu primer gran amor: la muchacha ojos de papel,
la de los pequeños pies y los pechos de miel.
Cuando a
mediados del año 83 esa bengala perdida
voló de una tribuna a la otra, allá en la cancha de Boca y se cargó la vida de
un hincha de Racing llamado Roberto Basile, mientras los diarios chorreaban
sangre, amarillismo y repudio, vos hiciste de esa bengala perdida una de las
canciones más conmovedoras y poéticas que jamás se hayan escrito. Hiciste que
esa bengala perdida se clavara en nuestro pecho para siempre, cayendo en cruz
hacia el cenit.
Claro,
¿Quiénes somos? ¿Somos dignos de tu arte, ese que nos dejaste repartido en 40
discos excepcionales? Andá a saber…
Quizá te
entendamos dentro de 40 años, y no ahora que encima creemos entenderte…
Yo estaba
tranquilo, en serio, escuchaba música, estaba al día con las novedades, me
castigaba como todo adolescente que sueña demasiado. Pero algo me hizo click cuando
una noche de verano, Bobby Flores, a través de la radio, me hizo escuchar la
cantata de puentes amarillos. Eran las once menos veinte de la noche, yo estaba
volviendo del laburo a bordo del colectivo 46, y me cagaste la vida flaco.
Después de escuchar una canción como esa no se puede seguir siendo la misma
persona. Mañana es mejor, gritaste a los 4 vientos. Nos contaste de la sortija
muriendo en el carrusel, nos mostraste que las luces dejaron de llover, le
aconsejaste a esa chica que suba al taxi, que las flores se caen, que hay que
parar, que todo eso es
en vano como no dormir. Y además te diste el lujo de
decirle “yo te amo tanto que no puedo despertarme sin amar”.
Yo estaba
tranquilo, en serio, y apareciste vos con ese durazno que sangra, tu alma de
diamante, Ludmila y los niños que escriben en el cielo. Chasqueaste la lengua y
apareció un panadero ensoñado, y nos mostraste que todo gigante muere cansado
de devorar a los de abajo.
La vida
de cualquier persona sensible no puede ser la misma luego de escuchar canciones
como “Credulidad”, “Como el viento voy a ver” o “El anillo del capitán Beto”
Flaco,
Uno se levanta de dormir, se higieniza, desayuna y después sale a cagarse a
trompadas con el sistema, la burocracia, las autopistas, los trenes llenos, y
los programas de puterío barato que recorren la ciudad buscando meterse en
nuestra cabeza como sea.
Pero una canción tuya podía ser un antídoto, una
suerte de medicina para todos los males de este mundo.
Todos los
veranos pienso en aquello de “ponte color que al morir los hombres son
blancos”. Y en momentos de sensibilidad extrema siento un amor inconmensurable
hacia ese jardín de gente que nos rodea.
Sí, y
después el árbol, la luz, el rayo, Maribel, los ojos, Piazzola, el ave seca, un
mañana…
Y sí
flaco, ¿de qué planeta viniste?
Es más, ¿viste que
idiotas que somos que encima todo lo extraordinario nos parece venido de otro
mundo?
Qué
mediocridad ¿no?
Así y
todo sigo tu consejo, leo libros, no basura. Duermo todo lo que puedo,
reconozco a los encapuchados de un mundo viejo y sobre todo, entiendo que
mañana es mejor, y que el hecho de que sea mejor, depende de mí.
El pasado
ya pasó, miro hacia delante, con todo lo bueno y lo malo que eso implica.
Siempre te voy a agradecer esos consejos, y nunca me voy a olvidar de Artaud,
ni de starosta, ni del cementerio club, ni de mirar en mi mar cerebral.
Flaco,
qué cosa ibas a ver como el viento? ¿Qué tenían que ver los índigenas con el
rayo láser? ¿La pelicana con el androide? ¿La historia de nuestra vida
cotidiana se resume en eso, en “todos estos años de gente”?
En los 80
te preguntabas ¿quién resistirá cuando el arte ataque? Y hoy te puedo decir que
cuando el arte ataca mucha gente se resiste, sí, en serio, y lo hace muy bien.
No quieren arte. Incluso le llaman “arte” a cualquier porquería, vos le
llamaste a eso “barrabasada” y tenías razón. Quizás el arte les parezca
aburrido flaco, andá a saber…
Pasa que
las cosas andan a mil, la gente joven quiere velocidad, internet 6 megas,
celulares grandes como un zapatófono, sacar la foto y verla ya. La gente quiere
que le digan las cosas directamente, no quiere tener tiempo para ponerse a descifrar
tus letras, es más, hasta piensan que les tomás el pelo. A lo sumo tienen “seguir viviendo sin tu
amor” perdida entre miles de canciones que pueblan sus discos rígidos o sus
ipods.
¿Te
acordás cuando te teñiste el pelo de rojo y apareciste con los socios del
desierto para tocar ese disco apócrifo que nadie te quería editar? ¿Y del sauna
de lava eléctrico en el paseo La plaza? Sí, sólo a vos se te podían ocurrir
esas cosas, “sauna de lava eléctrico”, es sublime flaco, al igual que ese mini
San Cristóforo que venía de regalo con el Cd.
¿Y cómo
termino esta letanía, flaco?
¿Cómo se
terminan estas cosas que uno va trazando y después no sabe cómo terminar?
No tengo
ni idea de cuanta gente habrá ido a tomarse unos mates con vos, ahí donde tus
hijos arrojaron tus cenizas… incluso me debo ir a hacerlo… fue una buena manera
de irte, al no haber tumba donde llevarte flores no nos queda más opción que
recurrir a tu música.
Nos la
complicaste, como siempre, para obligarnos a pensar, a ejercitar el cerebro y
la imaginación.
¿De dónde
sacabas esos acordes? ¿Había necesidad de estirar tanto los dedos?
Flaco, a
mí me alcanzaba con un Am, o un G mayor, o un Em ¿para qué tantas séptimas,
novenas, onceavas, bemoles
y sostenidos? Y sí, ¿quién carajo te va
a superar en eso?
Javier
Martínez, a quién siempre admiraste, quería rajar de la ciudad, quería una casa
con 10 pinos. Pero vos no, vos querías enquilombarnos la cabeza con palabras
raras y delirios y mucha música. Cuanto más boludés, yo respondo con más
musicalidad y más poesía, dijiste cuando salió UN MAÑANA, tu último disco y acá
estamos.
Te fuiste
al norte de nada, donde sopla el viento mortal, donde las cenizas vuelven al
agua. Acá te seguimos homenajeando. Hay de todo, de los oficiales y de los
otros, los que hacemos tipos como yo o como cualquier otro que cada vez que te
escuchan toman una guitarra para cantar una canción tuya. Te homenajeamos
siempre, flaco. Y se seguirá hablando de vos al menos los próximos 200 años. Ya
no te vas a preguntar 200 años, ¿de qué sirvió?
¿Dónde
estarás ahora ?
¿Qué
importa eso, no?
Acá la cosa sigue fulera pero bueno, la peleamos igual. Porque
mañana es mejor flaco, aunque sea sin vos, mañana es mejor…